El planeta de los hombres menguantes

EL PLANETA DE LOS HOMBRES MENGUANTES

Una enfermedad extraña

 

En un planeta llamado tierra, pero en otra galaxia muy lejana, poblado por seres como nosotros, pero con un grado de cultura muy bajo y muy pocos valores morales y humanos, ocurrió un suceso extraño digno de ser contado.

Tenían grandes ventajas materiales, con muchos androides mecánicos y todo tipo de comodidades. Tenían de todo en vestido, alimentación, casa y otras muchas formas de vida sencillas y agradables y muy poco trabajo, ya que la mayoría era realizado por máquinas inteligentes.

Muchos de ellos se levantaron un día, con la desagradable impresión de haber disminuido de tamaño. Eran un poquito más pequeños, pero la cosa no parecía grave y pronto la olvidaron.

Pero aquel extraño fenómeno, se fue repitiendo día tras día, aumentando el número de afectados y pasadas algunas semanas, ya no tuvieron ninguna duda, de que estaban sufriendo una rara e inexplicable transformación, que cada día los hacía más pequeños.

Se vieron obligados a guardar en centros especiales, a una multitud incontable de animales de compañía, porque ya empezaban a ser peligrosos, por el reducido y para ellos inexplicable, tamaño de sus amados dueños.

Todos los médicos de ese planeta, ellos mismos aquejados de tan extraño fenómeno, empezaron a realizar pruebas, análisis y controles de todo tipo, sin que llegaran a ninguna conclusión.

Se ofrecieron grandes sumas, al que pudiera presentar una explicación satisfactoria a tan raro comportamiento y por supuesto a su curación, sin que durante muchas semanas se presentara nadie.

Por fin, una fresca mañana de otoño, un hombre de talla normal, al que no parecía afectarle tan extraña epidemia, vestido con un traje sencillo y bastante anticuado, que vivía en una cabaña escondida en una agreste montaña, se presentó a las autoridades diciendo que él tenía la solución. 

Lo miraron asombrados, por su vestimenta y porque tenía una estatura normal, frente a ellos reducidos a la mitad de su tamaño.

–Señores– les dijo– ustedes no sufren ninguna enfermedad. 

–Simplemente les está pasando algo muy lógico. No tienen valores morales de ningún tipo.

–Son egoístas, se pasan la vida buscando siempre el dinero y la satisfacción de sus deseos, sin importarles las consecuencias y el daño que pueden hacer a los demás.

–No quieren contraer obligaciones y por eso han cambiado el matrimonio con una antigüedad milenaria, por contratos con fecha de caducidad, con una clausula vergonzosa de revisión y renovación.

–Tampoco quieren tener hijos y si todavía se mantiene esta pobre y miserable sociedad, es gracias a las máquinas que han inventado y que ahora en muchas tareas les dominan.

–En resumen el tamaño, el volumen que tenían hace varios meses, era un cuerpo vacío, sin valores, ni principios; tampoco tenían un poco de generosidad o de preocupación por sus semejantes.

–Por eso su cuerpo está disminuyendo, para adaptarse al pequeño bagaje moral que ahora tienen ustedes.

–Si vuelven a los principios morales, a las formas naturales de convivencia, a preocuparse por los pobres y marginados, que por desgracia todavía existen, olvidados en esta aparente, lujosa y cómoda civilización, pueden estar seguros que poco a poco volverán a su tamaño de siempre.

–Llenando su cuerpo de todas las virtudes, las buenas intenciones, el apoyo a los demás, le “obligarán” a crecer y serán plenamente humanos. 

–También deben volver a pensar en ese Ser invisible, pero real que nos ha creado y que a pesar de nuestras miserias y bajezas, nos ama y nos quiere como hijos suyos.

–-Deben recuperar los Libros Sagrados, ahora olvidados en viejos y polvorientos almacenes.

–También abrir de nuevo los viejos lugares de culto, ahora convertidos en Centros de Ocio y Diversión.

–Si se esfuerzan en esa tarea, de volver a las viejas costumbres y valores de sus antepasados mucho más humanas, les garantizo que poco a poco volverán a su tamaño de siempre.

Sin decir una palabra más, aquel hombre los saludó con un gesto y se volvió a su humilde choza en lo más profundo de la montaña.

¿Aceptaron aquellos hombres menguados sus sabios consejos?

No lo sé, porque aquel extraño sueño que me había agitado toda la noche, consiguió al fin despertarme y no pude ver el final de esta historia, en ese planeta perdido en una lejana y gigantesca galaxia. Pero desde entonces no dejo de pensar en él.

 

                                                                                                       Luna Cristy

 

Con la moral, corregimos los errores de nuestros instintos y con el amor corregimos los errores de nuestra moral.

                                                                                             José Ortega y Gasset

                                                                                          Filósofo y ensayista español

 


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