LA FE VIVIDA EN LO COTIDIANO

GRACIAS MAR POR ENVIARNOS ESTE ARTICULO. QUE NOS AYUDE A PREPARAR NUESTRAS VIDAS A LA CUARESMA Y SEMBRAR EL REINO DE DIOS CONSTRUYENDO PUENTES NO MUROS.

LA FE VIVIDA EN LO COTIDIANO.

Introducción. Todos necesitamos una manera de interpretar las diferentes dimensiones que constituyen nuestras vidas. Una forma de encontrar sentido, dirección, armonía a lo que cada día vivimos. Somos individuos y de lo profundo de nuestro corazón emergen un montón de preguntas, de inquietudes, de deseos a los que buscamos dar respuestas. Somos seres relacionales, diariamente nos encontramos y nos afectan las relaciones con el tejido social que configura nuestra vida. Familia, compañeros de estudio o de trabajo, la comunidad de fe a la que pertenecemos, los amigos, los que nos quieren, los que nos hieren y nos dañan. Vivimos relacionados con el entorno, con los valores de la sociedad, las prioridades, las urgencias. Y los que somos creyentes la relación de la que emana todo que es con Dios.

Por eso no podemos vivir fraccionados, desintegrados divididos. Necesitamos una forma de comprender nuestra vida que integre, y de unidad a los diferentes aspectos de nuestra vida. Y es precisamente en lo cotidiano donde somos invitados a reconocer la presencia providente de nuestro Dios. Jesús se muestra maestro de no vivir la dualidad perversa que aleja lo divino de lo humano. Lo civil, de lo religioso. Lo profano y lo sagrado. Jesús es el hombre integrado, que en un gesto como dar a beber a un sediento un vaso de agua. En echar en el cestillo unas monedas a una viuda, en la contemplación de un lirio en el campo, o el jolgorio de los pájaros cantando la huella y la cercanía de Dios.

Jesús parte un trozo de pan y lo convierte en el resumen de su vida entregada. Levanta una copa de vino y lo convierte e declaración de amor eterno. Lava unos pies, y lo convierte en el mandamiento que más sirve para identificar lo propio de sus discípulos.

Lo que Dios nos dice. La sacramentalidad de nuestra vida es tarea nuestra. Es la capacidad de reconocer la firma de Dios detrás de lo humano. La realidad cotidiana es como un cuadro impresionista. Según la perspectiva con que lo observemos, o es un cumulo de manchas de color, o es un paisaje sublime. Los hechos ocurren, vamos, venimos, hablamos, nos comunicamos, pero hace falta llenar las actividades de una clave de interpretación. Y eso es lo que nos oferta la fe.

“El pueblo que caminaba a oscuras vio una luz intensa, los que habitaban un país de sombras se inundaron de luz. Acreciste la alegría, aumentaste el gozo: gozan en tu presencia, como se goza en la siega, como se alegran los que se reparten el botín. Porque la vara del opresor, el yugo de sus cargas, su bastón de mando los trituraste como el día de Madián. Porque la bota que pisa con estrépito y la capa empapada en sangre serán combustible, pasto del fuego. Porque un niño nos ha nacido, nos han traído un hijo: lleva el cetro del principado y se llama Consejero maravilloso, Guerrero divino, Jefe perpetuo, Príncipe de la paz. Su glorioso principado y la paz no tendrán fin, en el trono de David y en su reino; se mantendrá y consolidará con la justicia y el derecho, desde ahora y por siempre. El celo del Señor Todopoderoso lo realizará.” Is 9,1-6.

Pasar de la soledad a la compañía, del egoísmo al amor, del miedo a la confianza, de la exigencia a la gratitud, pasa por enseñarnos a mirar la realidad con una nueva mirada. Acostumbrados a ver en los demás rivales, competidores, es una opción de situar a las demás personas. Pero podemos reconocer como hay relaciones que se basan en la gratuidad, en la amistad, en el amor. Que la vida tiene sufrimiento, fracaso, decepciones es un hecho irrefutable, pero podemos añadir a nuestra mirada la cantidad de buenos momentos, de risas sinceras, de bienestar, de disfrute y de saboreo de momentos inolvidables.

“Ese tesoro lo llevamos en vasijas de barro, para que se vea que su fuerza superior procede de Dios y no de nosotros. Por todas partes nos aprietan, pero no nos ahogan; estamos apurados, pero no desesperados; somos perseguidos, pero no desamparados; derribados, pero no aniquilados; siempre transportando en el cuerpo la muerte de Jesús, para que se manifieste en nuestro cuerpo la vida de Jesús. Continuamente nosotros, los que vivimos, estamos expuestos a la muerte por causa de Jesús, de modo que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal. Así la muerte actúa en nosotros, la vida en vosotros. Pero como poseemos el mismo espíritu de fe conforme está escrito: creí y por eso hablé, también nosotros creemos y por eso hablamos, convencidos de que quien resucitó al Señor Jesús, nos resucitará a nosotros con Jesús y nos llevará con vosotros a su presencia. Todo es por vosotros, de modo que, al multiplicarse la gracia entre muchos, abunde la acción de gracias a gloria de Dios.” 2ª Cor 4,7-15.

Barro y tesoro, luz y oscuridad, agradecido o desgraciado, depende de nuestra forma de acoger la realidad. Y esa es nuestra aportación. El enemigo principal de la sorpresa y de la alegría es el acostumbramiento, el apropiarnos de lo que vivimos y considerarlo un derecho una obligación. Que la gente me ame no es obligatorio, es un regalo. Tener salud es otro regalo, reconocer habilidades, talentos, y capacidades es maravilloso. Y en medio de todo ellos está Dios.

Él es dador, y regalador, el que posibilita todo lo que somos y tenemos. Por eso vivir como si todo lo lograra con mi esfuerzo es no tener la perspectiva adecuada para entender la realidad.

Cómo podemos vivirlo. La lectura creyente de la realidad se va entrenando y se va aprendiendo. Una actitud que debemos incorporar a nuestra forma de vivir es la gratitud. De lo normal, de lo sencillo, de lo cotidiano. El amor se capta con un regalo inesperado. Pero hay mucho amor en el cuidado de una madre, en las arrugas de nuestros padres mayores que se han dejado la vida para que pudiésemos estudiar y progresar. En la llamada de un amigo, en los planes en lo que te siente invitados. En quien dedica su tiempo para escucharte, o para iluminarte con su luz. Estamos acompañados del cuidado delicado de nuestro Dios. Ojalá seamos capaces de reconocerlo.

 


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