DIOS TE ESPERA…también en vacaciones

DIOS TE ESPERA

Hablar de Dios, escuchar a Dios, hablar con Él.

Os animamos a hablar con Dios, a dedicarle algún ratito para descubrir la necesidad de entregarle no un poquito de tu tiempo sino la vida entera. A descubrir que Él, que es eterno silencio, nos regala su Palabra en Jesús, que se comunica con nosotros en todo y en todos, que le encanta sorprendernos, sorprendernos siempre.

A veces vamos a buscarle en la iglesia y nos sale al encuentro en el mendigo que está a la puerta, lo buscamos en los sabios y son los sencillos los que mejor lo perciben y nos hablan de Él.

Santa Teresa dice que “siempre oímos cuán buena es la oración, y no se nos declara más de lo que podemos nosotros; y de cosas que obra el Señor declárase poco” (1M 2,7).

Y el catecismo de la Iglesia católica, en uno de los números dedicados a la oración, dice: “La oración, sepámoslo o no, es el encuentro de la sed de Dios y de la sed del hombre. Dios tiene sed de que el hombre tenga sed de Él”.

Llevamos dentro una ”memoria” que nos dice que Dios está ahí desde siempre y para siempre, para seguir alentando nuestra vida; esperándonos, sosteniéndonos. Descubrirlo y vivirlo nos da una seguridad y confianza nunca soñadas.

El Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad. Pone ante nosotros a los testigos, a Nuestra Señora, que han descubierto y saboreado el tesoro escondido. Ellos nos animan a escuchar a Dios, a hablar con Él, a que sea nuestra vida quien hable de Él. Si cada uno de nosotros fuésemos una diminuta gota de su ternura, el mundo cambiaría y cambiaría para bien.

Queremos vivir con Dios y para Dios porque la vida no tiene el mismo sabor sin Él que con Él y ojalá cada ser humano lo descubriera porque dejaría de temer la soledad, esa cruda enfermedad que causa estragos en nuestro tiempo. Nos da esperanza saber que Dios toma la iniciativa del encuentro: “Si el alma busca a Dios mucho más la busca su Amado a ella” (San Juan de la Cruz, Llama 3,28).

Cuando oramos, le damos a Dios la inmensa alegría de estar con quienes tanto ama, porque su delicia es estar con los hijos de los hombres. Nos da alegría recordar que “Dios es como la fuente, de la cual cada uno coge como lleva el vaso» (San Juan de la Cruz, 2S 21, 2).

Dios se da a sí mismo, sin condiciones, entregándose totalmente. La fe es respuesta a esa entrega, a esa llamada que la mayoría de las veces se expresa con discreción en el fondo de nuestra conciencia, en nuestro interior.

Nos fortalece saber que Dios nos espera y nos busca, “¡Bendito sea Dios, que tanto me esperó!” (Santa Teresa). Dios nos espera siempre, aquí y ahora, en cada recodo del camino, en cada ser humano y sorprendentemente también en lo más profundo de nosotros. Lo hace por caminos siempre distintos que cada uno tiene que descubrir.

Nuestro Dios siempre es un Dios de sorpresas.   ¡Qué bien lo dijo el poeta León Felipe!:

Nadie fue ayer,

ni va hoy,

ni irá mañana

hacia Dios

por este mismo camino que yo voy.

Para cada hombre guarda

un rayo nuevo de luz el sol…

y un camino virgen Dios. 

Y el salmo 138:

¿Adónde iré lejos de tu aliento,

adónde escaparé de tu mirada?

 

Si escalo el cielo, allí estás Tú;

si me acuesto en el abismo, allí te encuentro;

si vuelo hasta el margen de la aurora,

si emigro hasta el confín del mar,

allí me alcanzará tu izquierda,

me agarrará tu derecha.

Si digo: «Que al menos la tiniebla me cubra,

que la luz se haga noche en torno a mí».

Ni la tiniebla es oscura para ti,

y la noche es clara como el día. 

Feliz verano. Con Dios.

Un abrazo y mi oración. Antón .me uno a mi amigo .Chema sds

 


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