Llamados a la vida » aquí en la eterna»

DÍA DE LOS SANTOS Y LOS DIFUNTOS. DECÁLOGO PARA ENVEJECER SALUDABLEMENTE

Dos festividades en el mes de noviembre, días 1 y 2, unidos por la tradición y que los católicos viven entre el gozo y el dolor si tienen algún ser querido desaparecido recientemente. Pensé, en principio, recordar sólo a los “santos” uniendo los grandes del calendario cristiano a los pequeños o grandes héroes de cada día con los que convivimos. Su buena vida y méritos de ambos han sido comparados a una bóveda palpitante de amor que cubre la tierra y la está salvando. Pero, de improviso, cambié de idea y se me ocurrió diseñar un decálogo para aprender a envejecer y ofrecerlo a los que se encuentran es esa etapa de su vida en la esperanza de que les ayude a vivir con la ayuda de los “santos” vivos y difuntos.

            1º: Vive con gozo el presente.  Acepta sin nostalgia ni dolor que vas siendo viejo, o -si te parece dura la palabra- piensa y di que eres anciano o mayor o que estás en la segunda o tercera juventud, como más te guste; pero con la certeza de que no te quitarás los años de encima que te estarán pesando cada vez más. Esa es tu realidad en la que te sitúan los años vividos y no te molestes cuando alguien te lo recuerde de palabra o por escrito. Que la idea de que envejeces no te amargue la vida; tienes muchas razones para gozar de su existencia.

            2º – Reconoce tus propios límites y no te acobardes por ello. Considera y vive lo que tu eres ahora y no mires atrás con nostalgia por lo que fuiste o hiciste. Hace tiempo oí a un “viejo” lamentarse: “¡No soy ni mi sombra!”. O también: ¡Cuando yo era joven…!, etc.; aprovéchate de tus fuerzas de ahora y que no te acobardes por tus limitaciones. La vejez propiamente comienza no sólo cuando te lo dicen tus años y la falta de fuerzas, y mucho menos los seres cercanos, sino cuando te dejas vencer por la inacción y tu cobardía. Convéncete de que los viejos o ancianos pueden hacer cosas importantes, hasta las mejores de tu vida, como las han hecho algunos sabios en su ancianidad. Si encuentras algunos, goza con su historial y procura imitarlos.

            3º – Mira con gozo tu vida pasada, pero no exageres. Si miras a tu pasado, descubrirás acciones buenas, malas, regulares y hasta algunas que quisieras borrar de tu vida, pero inútilmente porque están gravadas a fuego en tu memoria. Goza de lo bueno y sufre lo malo. ¡Qué mal me suena lo que oigo decir a veces; ¡No me arrepiento de nada! Pero no insistas demasiado en lo malo hecho porque no tiene remedio, o redímelo con acciones contrarias, que serán superiores a las malas. Creo que será un buen bálsamo y te ayuda a vivir.

            4º – Recuerda u olvida tus relaciones con los demás. Al hacer las dos acciones, pueden suceder dos cosas. Primera: si han sido agradables, te han ayudado a vivir placenteramente; por ejemplo, las ayudas recibidas de los otros, materiales o espirituales, las buenas amistades, los buenos ratos pasados en su compañía, etc. La familia propia puede ser causa de buenos recuerdos. Conserva en la memoria esas escenas porque, seguramente, actuarán de terapia en momentos tristes y aun dramáticos. En tu vida encontrarás muchos de esos recuerdos. Segunda: si son desagradables, procura olvidar las supuestas o reales injurias, injusticias, mentiras, envidias, calumnias, etc. Si causan rencor, resentimientos, deseos de venganza, son un cáncer que te amargará la vida. Pide a Dios que haga justicia mientras vives o en tu descanso eterno. Lo ideal sería lo que pensaba y escribió en sus obras santa Teresa de Jesús: no tenía enemigos. ¡Qué santaza de mujer era ella!

            5º – Dedícate a un trabajo que apasione o te ilusione. La vejez acontece, por lo general al menos en la sociedad civil, con el período de la jubilación forzada y el abandono del trabajo ejercido: es causa de gozo o de dolor, dependiendo de cómo lo hayas ejercido. En cualquier caso, vive con júbilo la jubilación. Procura trabajar aunque sea sin remuneración económica. La sociedad moderna, y la misma Iglesia, ofrecen posibilidades suficientes para sentirte útil y eso favorece la salud física y mental. El reencuentro con la familia puede ser una buena terapia que, con los años seguramente habrá aumentado con nuevos miembros. Las órdenes religiosas ofrecen la posibilidad de sentirte útil mientras te sostengan las energías físicas y mentales.

            6º – Entrena tu cuerpo y ocupa tu tiempo. Todo menos apoltronarte en casa: puede causarte una depresión. Haz ejercicios físicos saludables en soledad o en compañía, aunque sea sólo pasear; en el mundo rural hay más posibilidades de encontrar remedio a la soledad trabajando el campo. Hoy la sociedad moderna ofrece varias posibilidades de dedicar tiempo a esos ejercicios, a viajar y conocer mundo si no tuviste medios o posibilidad de hacerlo; dedica más tiempo a la familia, que seguramente habrá crecido en número y te necesitarán.

            7º – Ocupa tu mente en algo útil. No sólo hay que entrenar el cuerpo, sino también el espíritu, la memoria y la inteligencia. A veces los medios de comunicación social, como la radio, la televisión, la prensa, ofrecen algunos medios para ejercitar la mente. La lectura de libros de cultura, de entretenimiento, de historia o novelas, etc., puede ser también un buen medio de ocupar la mente. Hoy las bibliotecas municipales y otras instituciones ofrecen esa posibilidad. La conversación entre amigos, con los familiares, puede ser otro medio de ocupar el tiempo. Si se te da bien la redacción de textos, puedes dedicarte a ello aunque no pienses en publicar tus pensamientos, sentimientos y elucubraciones. Creo que lo importante es “ocupar” tu mente.

            8º – Cultiva tus amistades de siempre o las nuevas: te convienen. Es un buen consejo y un buen remedio para mantener la vitalidad mental y las ilusiones en la vida. A veces sucede que tenemos mejores relaciones con ellas que con la familia propia, aunque no debería ser así. Las “nuevas” pueden surgir donde menos lo esperas: un viaje de recreo donde encuentras a alguien que “te ha caído bien”; los vecinos cercanos de tu casa, los amigos de tus amigos, etc. Aprovecha esas ocasiones que pueden ser providenciales. Para los creyentes en Dios, las iglesias y las reuniones que se organizan pueden ser una buena ocasión.

            9ª – Mira al futuro con esperanza. A veces es difícil de conseguir, pero hay que procurarlo. La ancianidad suele ayudar poco por la falta de ideas, de ilusiones, de fuerzas físicas y achaques mentales, etc. Todo son problemas para mantener viva la esperanza. A veces nos aterra lo que será nuestro futuro mirado desde la vejez; un contrapeso al miedo al fututo puedo ser la mirada al pasado, sobre todo si constatamos que dejamos muchos trabajos bien realizados como herencia en este mundo. Procura que sea un lenitivo para compensar las posibles deficiencias de tu presente.

            10ª – Si eres creyente, vive tu fe con mayor intensidad. Como tendrás tiempo libre, dedica algunos momentos del día a vivir tu fe con toda la intensidad del alma en una oración contemplativa y silenciosa o verbalizada. Si es en la iglesia, mejor, pero no sólo en los momentos del culto, sino cuando está la iglesia o algún oratorio en silencio. Si tienes fuerzas suficientes e ilusión, únete a algún grupo que se reúna en las parroquias para la oración, practicar la caridad o pasar el rato con algún entretenimiento.

            Final y despedida. Amigos conocidos y desconocidos cargados de años como el que escribe estos mensajes. Somos compañeros de camino hacia la eternidad. He pretendido diseñar un “camino” para mí en tiempo de vejez y decadencia. Te lo ofrezco, lector anónimo, “esperando” que te ayude en tu camino hacia la eternidad. Si lo consideras que he acertado en el diseño, da gracias a Dios y a los santos de tu devoción; de lo contrario, búscate otros maestros más sabios que te infundan más esperanzas.

DANIEL DE PABLO MAROTO.


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