Testigos de esperanza

Visitando EL Canaque, una población a casi una hora de S. Sebastian, ubicada en las faldas de Tajumulco, el monte más alto de América central, con 4,220 metros de altura, me encontré con Marco Antonio, un maestro de verdad. Todos los días sale caminando desde S. Sebastian, llueva, haga frío o calor, caminando más de una hora , subiendo, bajando al Valle,  para darle las clases a los niños del  Canaque.
Antes de comenzar las clases, tiene que sacar el agua del suelo inundado de la escuelita. Varios niños y niñas ayudan en esta tarea y así comienzan su actividad escolar. Solo hay dos climas: Invierno desde junio a noviembre (lluvias intensas) y diarias, y el verano.
Marco Antonio, es un ejemplo de sacrificio, de humildad, de sencillez de vida, de pobreza, en una palabra de solidaridad, de ejemplo de maestro entregado, para que los niños no se queden sin escuela, sin aprender, comprender y vivir en la esperanza. Maestro por vocación, que ayuda a los niños a pensar, a decidir, a comprometerse, a vivir al servicio de la comunidad, a conocer a Jesús y a su Madre, a sentirse Iglesia encarnada entre los más alejados.
Con un maestro de este calibre en nuestras escuelas y colegios de España, las cosas irían diferentes. No hay duda que ante el caprichismo, la sociedad del bienestar, el estar saturados y empachados de todo, no hay sacrificio, sueños, interés, esfuerzo por aprender, servir y trabajar para sembrar una sociedad más justa, respirable, fraterna y solidaria. Para el bien común.

Desde la terraza de nuestra casa se veía esta imagen. Una señora con su niño cargado en sus espaldas, limpiando un terreno de patatas con su esposo. Al verles me recordaba del Ángelus de los excluidos, de los esclavizados, pues este terreno es de otro patrón, y ellos trabajan en la limpieza y atención de este campo, para compartirlo a medias con el dueño. Trabajo de subsistencia, en las condiciones de nuestros mayores, de los que entendían la vida entregada, sacrificada, y generosa, familias  fuente de solidaridad.
El Señor me va preparando a la nueva misión. El Señor me va dando lecciones de amor y solidaridad de los empobrecidos, el Señor me hace creer, sentir y experimentar el evangelio encarnado, los rostros del Señor en la cruz y en la esperanza.
Un abrazo

Chema sds.

Visitando EL Canaque, una población a casi una hora de S. Sebastian, ubicada en las faldas de Tajumulco, el monte más alto de América central, con 4,220 metros de altura, me encontré con Marco Antonio, un maestro de verdad. Todos los días sale caminando desde S. Sebastian, llueva, haga frío o calor, caminando más de una hora , subiendo, bajando al Valle, para darle las clases a los niños del Canaque.

Antes de comenzar las clases, tiene que sacar el agua del suelo inundado de la escuelita. Varios niños y niñas ayudan en esta tarea y así comienzan su actividad escolar. Solo hay dos climas: Invierno desde junio a noviembre (lluvias intensas) y diarias, y el verano.

Marco Antonio, es un ejemplo de sacrificio, de humildad, de sencillez de vida, de pobreza, en una palabra de solidaridad, de ejemplo de maestro entregado, para que los niños no se queden sin escuela, sin aprender, comprender y vivir en la esperanza. Maestro por vocación, que ayuda a los niños a pensar, a decidir, a comprometerse, a vivir al servicio de la comunidad, a conocer a Jesús y a su Madre, a sentirse Iglesia encarnada entre los más alejados.

Con un maestro de este calibre en nuestras escuelas y colegios de España, las cosas irían diferentes. No hay duda que ante el caprichismo, la sociedad del bienestar, el estar saturados y empachados de todo, no hay sacrificio, sueños, interés, esfuerzo por aprender, servir y trabajar para sembrar una sociedad más justa, respirable, fraterna y solidaria. Para el bien común.


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